miércoles, 22 de julio de 2009

La ola asesina

Todo comenzó como un día normal, estábamos decidiendo si ir a la playa o quedarnos por la ciudad porque el día anterior había estado lloviendo, y nos había empapado una tormenta que nos cogió de sorpresa, pero finalmente decidimos ir a la playa ya que era nuestro penúltimo día allí.

Cogimos nuestras cosas (toallas, bronceadores, cartas, paletas... el kit necesario para un buen playero) y nos dirigimos a la playa a pasar la mañana como cualquier veraneante en su ciudad de vacaciones.

Tras aparcar el coche en el parking nos dirigimos a bajar la cuesta que nos llevaba a la playa colocamos nuestras toallas y nos pusimos a jugar y a pasear, pero como era nuestro penúltimo día teníamos ganas de bañarnos aunque el agua estaba revuelta, había mucho oleaje y bandera amarilla, pero nosotros como valientes nos adentramos en el mar (bueno no mucho porque te tapaba muy rápido y tampoco era cuestión de ahogarse).

Durante un buen rato estuvimos bañándonos, jugando con las olas que nos tiraban por su fuerza y riéndonos por este motivo. Pero llego el momento de salir del agua y ni el tamaño ni la fuerza de las no disminuían pero fuimos valientes y nos dirigimos hacia la orilla.

Pero entonces llego ella...


... la ola asesina. No se cuanto mediría pero en ese momento nos pareció una ola muy pero que muy grande. El caso es que nos pillo saliendo del agua y lo peor que te puede pasar es que rompa una ola grande cuando intentas salir porque te arrolla. Y eso es justo lo que nos paso que al salir nos arrollo y pasamos unos por encima de otros, comimos arena, nos sacamos media playa de nuestros respectivos bañadores, no veíamos el momento de sacar la cabeza fuera del agua... pero eso no fue lo peor sino que uno de ellos salio herido.

La herida al llevarla la ola clavo su rodilla y se le movió para un lado. Cuando por fin salio del agua tras varios intentos porque el agua nos seguía empujando y ésta no podía salir por su propio pie. Finalmente consiguieron sacarla del agua para que un socorrista le tocara con un dedo y le dijera "si quieres una crema ven a pedírmela". Una crema para que querría una crema en esos momentos con el dolor que sentía... pero bueno contemos que la intención fue buena.

Al pasar un rato más en la playa decidimos irnos porque era la hora de comer y fue en ese momento cuando a la herida se le removieron las tripas al ver la cuesta con numerosas escaleras que tenía que subir. La sillita la reina fue una de las protagonistas en la subida de la cuesta que fue fácil de bajar pero no tanto de subir, pero se consiguió, unos tramos a la sillita la reina y otros con una velocidad que hasta un caracol la superaría.

Ahora la herida sigue cojeando y con una lesión (hasta se ha tenido que ir a hacer una resonancia en la rodilla para que le diagnostiquen bien la lesión, y que agobia de ese hueco tan pequeño cuando la meten a una allí).

Con esto quiero decir: tener cuidado con las olas en ocasiones son peligrosas.

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